¡FELIZ DÍA DE EXTREMADURA!
(…) Vusotros qu’atendéis a las lerturas y séis tan sabijondos de las cencias que quizás nus larguéis de carrerilla y en romances jazañas extremeñas que los nuestros ejaron sin contaglas endispués de jaceglas.
Y sus dirá tamién cómo palramos los hijos d’estas tierras, porqu’icimos asina: jierro, jumo y la jacha y el jigo y la jiguera.(…)
(…)“Y tamién sus dirá que semos güenos,
que nuestra vida es güena
en la pas d’un viví lleno e trebajos
y al doló d’un viví lleno e miserias:
¡el miajón que llevamos los castúos
por bajo e la corteza!”(…)
El Miajón de los Castúos (Luis Chamizo)
«Los que hablan de Castilla, León y Extremadura, como si no fuesen más que pelados parameros, desnudos de árboles, abrasados por los soles, y los hielos, áridos y tristes, no han visto estas tierras sino al correr del tren y muy parcialmente. Donde en estas mesetas se yergue una sierra, tened por seguro que en el seno de ella se esconden valles que superan en verdor, en frescor y en hermosura a los más celebrados del litoral cantábrico. Por mi parte prefiero los paisajes serranos de Castilla y de Extremadura. Son más serios, más graves, más fragosos, menos de cromo. Están, además, menos profanados por el turismo y por la banal admiración de veraneantes.»
Miguel de Unamuno
«Los valles deliciosos del Jerte y del Tiétar, los gastados palacios del Cáceres viejo y de Trujillo, las boscosas umbrías de la sierra de Guadalupe, los solemnes restos romanos de Mérida y Alcántara, los encinares donde la carne porcina crece y se adensa, las anchuras fecundas de Tierra de Barros y la Serena, los campanarios barrocos y las casas encaladas de Badajoz que mira hacia el Sur, ¿serán suelo y residencia de una vida colectiva en la que lo castellano viejo y lo castellano nuevo, lo andaluz y hasta un preludio de lo lusitano, confluyendo y fundiéndose entre sí, inédita y definitivamente florezcan en la Extremadura que para ser completa necesita España, la incierta y amenazada España del futuro? Con toda mi alma lo deseo.»
Pedro Laín Entralgo
«Sobre tierras de suaves ondulaciones y agradecidas al cultivo, montado en otero grande, se extiende el mosaico blanco de la villa de Feria. Cuando viniendo del norte por la Ruta de la Plata, nos acercamos a ella, aparece como un blanco terrazgo vistiendo una leve montaña. El caserío, de iguales casas blancas y tejados tostados, va recostándose en el alzado lomo de la tierra y, uniforme, una baja arquitectura popular rodea a la iglesia de San Bartolomé, obra gótica del XVI, para después resbalar hacia ese bello cementerio donde la cal de mil capas superpuestas forman sobre su templo viejas conchas y texturas seculares […]
Los inmensos dominios del antiguo ducado de Feria, que abarcan desde Salvatierra de los Barros hasta Zafra, por el sur, y desde Feria hasta Fuente del Maestre, por el norte, daban perímetro a esas excelentes tierras con las que Enrique III premió los servicios de Suárez de Figueroa, cuando en el siglo XIV le ayudaron a arrancar de manos árabes tantos y extensos territorios. En el más alto otero de la sierra del Castillo, levantaron los de Feria este castillo, cuya torre del homenaje se alza 40 metros sobre el resto de las fortificaciones. Con ventanas góticas en los flancos y cuatro altas plantas, la grandiosa construcción permitía atalayar, en días claros, toda la Tierra de Barros.»
Juan Antonio Fernández
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